martes, 4 de octubre de 2011

EL TIEMPO Y EL ESPACIO

Darse cuenta.

El ser humano aparece en el momento que es capaz de darse cuenta de su propia existencia y se convierte en observador de sí mismo.

Un ser humano cuando nace NO SE DA CUENTA DE NADA.

Desde antes de nacer, HACE y SIENTE pero no se da cuenta de que es él mismo quien siente, ni de que es él mismo el que hace.

Todo lo que siente y todo lo que hace pertenece al sistema biológico heredado y su conducta la gobiernan los reflejos instintivos y la “ponen en marcha”.

Las sensaciones se producen debido al “choque” de los órganos sensibles con la realidad físico-química del mundo que le envuelve (luz, temperatura, sonidos) y con la realidad biológica de su propio cuerpo (frío-calor, hambre-saciedad, compañía-soledad, presencia-ausencia).

El bebé desde antes de nacer hasta los seis o siete años SIENTE (sensación) porque es sensible a los cambios de su medio interno y de su medio externo inmediato y HACE (movimientos más o menos complicados) porque dispone de un aparato neuromuscular que contrae sus músculos según unos programas reflejos.

Estos actos reflejos pueden ser muy complicados, como por ejemplo: el de succionar el pecho materno y alimentarse con su leche sin dejar de respirar, o pueden ser reflejos muy simples, como el de patalear sin ton ni son, o el de cerrar párpados ante ciertos estímulos.

Pero cuando SIENTE hambre y HACE movimientos apropiados para calmarla, el niño/a pequeño NO SE DA CUENTA de qué es lo que hace, ni de qué es lo que siente.

Cuando empieza a DARSE CUENTA de que el que siente la sensación del hambre es él y que el que come es el mismo que siente, se inicia el conocimiento consciente. Pronto se da cuenta de que el hambre está “dentro” de sí mismo, pero la comida está “fuera” de él.

DARSE CUENTA es el principio del conocimiento consciente que caracteriza a los seres humanos.

Hasta que no nos DAMOS CUENTA, no somos conscientes, y mientras no somos conscientes, no somos personas racionales capaces de responsabilizarnos de nosotros mismos.

En un niño/a esta conducta sin consciencia, ni responsabilidad, se considera normal porque los niños/as pequeños todavía no poseen (ni se espera que posean) la madurez cerebral suficiente como para desarrollar la capacidad consciente, para DARSE CUENTA.



Pero a partir de “cierta edad” que oscila entre los siete y los diez años de edad, todos esperamos (y en cierta manera exigimos) que los niños/as sepan comportarse según conviene a un ser consciente de sí mismo y responsable de este conocimiento ante el entorno social.

Los límites de esta edad y de esta exigencia social no están nada claros y en muchas ocasiones los profesionales especialistas en desarrollo infantil (tengan la titulación que tengan) son requeridos para que definan el grado de “patología” o de “maldad” que contiene la conducta de un ser humano.


En mi dilatada vida profesional me han pedido mi opinión acerca de la capacidad consciente de niños/as, adolescentes e incluso de adultos en muchas ocasiones y por muy diversos motivos y me la han pedido padres, educadores y hasta jueces y abogados, porque a partir de cierta edad cuando el ser humano NO SE DA CUENTA DE LO QUE HACE se plantea un grave problema psíquico y social.



Mi consejo para los que quieran oirlo o leerlo es que cuando un niño/a desde pequeño “va a su bola”, “no respeta las normas de convivencia” y demuestra con sus obras que no tiene interés (aunque diga que si con la boca) en darse cuenta y hacerse consciente (y por lo tanto, responsable) del control de si mismo, es conveniente ¡cuánto antes! ponerlo en manos de un equipo especialista en desarrollo infantil porque vale mucho más prevenir a tiempo que luego tener que curar.

Dr. José Moyá Trilla.